sábado, 10 de febrero de 2018

Comentario Bíblico de las lecturas del VI Domingo (Tiempo Ordinario - 2018)



Iª Lectura: Lev 13,1-2.44-46: La lepra, entre higiene y maldición religiosa
I.1. El sentido de la primera lectura (Lev 13) no puede ser otro que ponernos sobre la pista de una ley de pureza que pretendía mantener a los hombres que padecían la enfermedad de la lepra fuera del ámbito de lo sagrado y de la identidad más radical del pueblo de Dios, del pueblo de la alianza. No se puede considerar que todo lo que la Biblia llama lepra corresponda a la famosa y técnica "hanseniasis" (el mal de Hansen). Es verdad que los Israelitas debían ser santos como su Dios era Santo, mandato que se refería a ser limpios física y moralmente (Lev 11,46 y 20,26). Las medidas higiénicas concernían a la convivencia social (Dt 23,15 y Lev 19,11-18); la construcción de sus ciudades y campamentos (Dt 23,9-14; Lev 11,1-33), basureros, dotación de agua, cuidado del cuerpo, así como de aspectos laborales y del descanso (Dt 16,24.25), y otros. Se practicó el aislamiento de enfermos contagiosos (Lev 13) mediante la desinfección de ropa, objetos, instrumentos y casas por medio de la fumigación, el lavado o la ignición (Lev 20,26; Lev 14,32- 47).

I.2. Sin embargo, la injusticia o lo inhumano de una ley como ésta se explica, porque todo el mundo sabe
que esta enfermedad siempre ha sido una enfermedad de marginación, o como hoy diríamos, tercermundista. Es verdad que siendo contagiosa podía afectar puntualmente a otras personas. De hecho, en la Biblia tenemos el caso sintomático en Naamán el sirio (2 Re 5,1-27), que quizás no era técnicamente lepra, al que se acerca el profeta Eliseo para mostrar que para Dios no hay distinción, en lo que se refiere a las miserias, entre los que pertenecen al pueblo de la Alianza y los paganos. Es ahí donde debemos incidir a la hora de leer este relato de hoy que ha de ser clave para la interpretación del evangelio.


IIª Lectura: I0 Corintios (10,31-11,1): La fuerza de los débiles en la comunidad
II.1. La comunidad de Corinto era una comunidad compleja, lo sabemos. Pablo tuvo que combatir en muchos frentes, ante muchas situaciones: es el caso de los que eran fuertes, abiertos, capaces de compartir su fe y su vida con no cristianos sin darle mayor importancia. Los otros, los "débiles" no lo entendían o no lo querían entender. El contexto de este texto en el que Pablo mismo se presenta como "modelo" de inculturación pastoral es muy sugerente. Está enmarcado en 1Cor 8,1-11,1 que ha dado pie a muchas opiniones, ya que trata de la postura que han de mantener los cristianos en una ciudad pagana como Corinto, con sus templos, sus dioses, sus sacrificios y otras cosas. Cómo tienen que vivir los cristianos en esta situación, "a lo corinto" o, por el contrario, con un puritanismo rayano en el fundamentalismo del gueto?

II.2. El texto de hoy insiste sobremanera en la actitud de Pablo de ser predicador del evangelio. Frente a su mensaje liberador, no se entiende que los hombres estemos divididos y asustados por preconcepciones y actitudes que reflejan las divisiones de la sociedad; esas divisiones que consagra este mundo no pueden mantenerse frente al evangelio. Pablo sabe que hay débiles en la comunidad, pero se extraña, y mucho, que esos débiles, luego sean fuertes para las cosas que no merecen la pena en lo que se refiere a lo religioso y a lo sagrado. La lectura más en sintonía es que muchas veces nos escandalizamos de cosas que afectan a lo sagrado, y nos mantenemos indiferentes frente a injusticias, envidias y frente a los pobres.


Evangelio: Marcos (1,40-45): Liberar a los marginados, praxis del Reino
III.1. Es el último episodio de la "praxis" de la famosa jornada de Cafarnaún, antes de pasar a las disputas (Mc 2,1-3,6). Quiere ser como el "no va más" de todo aquello a lo que se atreve Jesús en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. En cierta manera es un milagro "exótico" por lo que implica que, quien fuera curado de una enfermedad como la lepra, tenía que presentarse al sacerdote para ser "reintegrado" a la comunidad de la alianza. Los leprosos son "muertos vivientes", privados de toda vida de familia, de trabajo y de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús (genypetéô). Es verdad que nos encontramos ante un hecho taumatúrgico sin discusión, pero es mucho más que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero Jesús, con su "acción", ya está haciendo posible todo ello; ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido.

III.2. El relato evangélico está planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de los hombres y los pensamientos de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentarse al sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases poderosas. Aunque todo comenzara siendo una "ley de sanidad", como en Israel todo se sacralizaba, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una "ley de santidad". Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: su soledad, su angustia, sus posibilidades ¿quién podía compartirlas? Es el momento de romper este círculo infernal.

III.3. Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar a los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamente se dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación); pero le cura y, con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representan lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Dios, pues, se hace vulnerable. No encontramos, pues, ante la fuerza poderosa de un "sistema" que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de autoconservación, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos todo los desgraciados.

III.4. En este relato de Marcos no es menos sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el "leproso" curado. El "secreto a voces" lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de manifiesto que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su curación, es proclamar (se usa, incluso, el verbo kêrýssein, que es propio del anuncio del evangelio en el cristianismo primitivo) que ha sido Jesús, el profeta de Galilea, quien le ha llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de gracias a Dios. La ley, aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y, en cierta forma, anulada. Y si queremos, podemos ver que el "leproso" curado, ni siquiera va al templo, al sacerdote (el texto, desde luego, no lo explicita y yo opino que intencionadamente); no le hace falta, porque el evangelio que Jesús trae en su manos es más que esa religión que antes lo ha marginado hasta el extremo.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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